¿Hay tecnologías malas?
La película “Paradise” nos lleva derechito a los Ludditas y a la importancia del punto de vista.
Una tecnología emergente llega por definición a cambiar las cosas; su contenido de innovación altera el statu quo – alguien gana y alguien pierde.
Este efecto puede ser marginal o revolucionario, según la profundidad del impacto o el ámbito en el cual se produce.
Paradise -película de 2023- trata de una tecnología tan radical que altera la verdadera esencia de la vida humana: en un futuro no tan lejano, las personas pueden vender sus años para que unos pocos afortunados puedan vivir por siglos.
Los precios son altos (700,000 euros por 15 años, aprendemos justo en la primera escena), pero… ¿es justo que exista un mercado de la vida humana? ¿Es ético?
Dilemas
Lo que aquí nos interesa es el dilema. ¿El simple hecho de que algo se puede hacer significa que debe ser permitido? Obvio no.
El “mercado de la juventud” es un caso extremo: si estamos de acuerdo que la vida no tiene precio, tampoco deberían tenerlo algunos años.
“Es como ganarse la lotería”, le dice a un joven inmigrante el agente de la Evil Big Tech de turno, tratando de convencerlo a vender su juventud. Se acuesta a los 18 y se despierta con 33 – pero a frente de este sacrificio obtiene plata suficiente para comprar la visa para toda su familia.
Igual -argumenta el vendedor- esos años los iba a pasar trabajando como un loco para obtener lo mismo, ¿no?
Escuchamos decir muchas veces que la tecnología es neutra: lo que la hace buena o mala es el uso que se le da.
Un cuchillo puede matar o dar de comer; un martillo romper un cráneo o esculpir La Piedad.
Pero… ¿Una transferencia de años a otro ser humano que bien puede hacer?
Tal vez un padre pueda decidir darle una década más a su hija –así como se dona un riñón- pero nunca por dinero.
Salgamos de la ficción y aterricemos. Hablemos del impacto de una tecnología menos extrema: el telar mecánico.
En los zapatos de los Ludditas
El protagonista de la primera revolución industrial no le quitaba la vida a nadie: sólo dejaba a personas, familia y enteras regiones sin trabajo.
Hoy sabemos que los trabajos destruidos terminan volviendo: no a las mismas personas ni a las mismas ciudades, pero vuelven – en mayor cantidad y calidad.
Pero el punto de vista de los artesanos desempleados era diferente: le estaban quitando (la posibilidad de ganarse) su vida y la de sus familias.
Para ellos, esa tecnología era mala. Y punto.
Tanto así que formaron un movimiento -los Ludditas- que hasta el día de hoy se usa como ejemplo de la rebelión contra la tecnología (los hay también en la película, por supuesto).
Ellos no tenían cómo saber que esa nueva tecnología iba a mejorar la vida de miles de millones de personas: sólo veían el impacto sobre su realidad.
Pero imaginemos que sí lo supieran; imaginemos que tuvieran conciencia del impacto positivo -a largo plazo- de sus vivencias; ¿Su reacción hubiera sido diferente? ¿Su sufrimiento menos profundo? ¿Sus problemas menos graves?
El artesano de 1800 pierde el trabajo pero sabe que en dos siglos sus tataranietos serán programadores de videojuegos: ¿Se supone que esto le haga sentirse mejor? ¿Y a su familia?
“Una nueva tecnología destruye empleos pero también los crea nuevos”. ¿Cuándo? ¿Dónde?
Todo es cuestión de puntos de vista.
IAcelera - nuevo curso de IA
Estoy en modo celebración: vertimedios (mi empresa) es aliado estratégico del CESA. Nuestro primer proyecto es IAcelera, curso de inteligencia artificial para knowledge workers y empresas sintéticas. Aquí toda la info.
*
Inscríbete si quieres comprender en profundidad -y aplicar en la práctica- las tecnologías que están reescribiendo las reglas de la economía y de la comunicación.
Mi reto es ayudarte a evolucionar tu conocimiento y tu mindset para entrar con el pie derecho a las próximas décadas de revolución en el trabajo.
*
Para eso contaremos con docentes e invitados de lujo. Gracias a Yuliana Salamanca, Juan David Escobar y David Zuleta por acompañarme en este camino.