El “lado B” de la IA generativa
Que una máquina pueda crear es mágico; tan mágico que puede opacar algo todavía más extraordinario.
Estamos empezando a normalizar la creatividad de las máquinas.
Escribir un prompt y luego ver una imagen, un ensayo o un video que refleja exactamente nuestro deseo se está tornando parte de la realidad, del estado de cosas.
Para quienes estén entrando hoy a su etapa de relación con las pantallas, esta habilidad ya es parte del paquete: con su celular puede ver Tik Toks, mandar Snaps, hablar con cualquier persona, buscar en internet y crear contenido con instrucciones en lenguaje natural. Obviamente.
Se trata de una tecnología joven, con limitaciones - pero en evolución rápida.
La creación de texto va a ser la primera en alcanzar altos niveles de calidad y consistencia: bastará resolver las alucinaciones para poder delegar esta tarea con confianza.
Seguirá la imagen estática. Crear una sintografía -realista o fantástica-será tan natural como tomar una foto; generar mundos enteros desde la imaginación estará al alcance de todos los que puedan describirlo.
Finalmente le tocará al video. Ya hay festivales para cortos hechos con IA y vimos el primer comercial de una marca grande; es fácil proyectarse al futuro simplemente uniendo los puntos.
La máquina puede crear. El genio de la lámpara ya concede deseos ilimitados.
Este es el “lado A” de la Inteligencia Artificial Generativa. Pero hay un “lado B”, tal vez hasta más increíble.
Genera, pero antes: entiende.
Aclaro para los Gen Z: se habla de “lado B” para referirse a la canción que ocupaba el “detrás” de un vinilo, donde el “lado A” estaba reservado al éxito principal.
Lo increíble de la IAG es lo bien que nos entiende.
Por más confuso, mal escrito o sintético que sea nuestro prompt, parece intuir lo que queremos decir.
Llega al extremo de volverlo a escribir a escondidas - cómo si supiera lo que tratamos de expresar mejor que nosotros mismos.
Puede ser porque:
siempre nos presta atención irrestricta; o porque
se acuerda de todo lo que hablamos, incluso meses después; o porque
lo ha leído absolutamente todo y no se va a sorprender con nuestra inocente fantasía;
o simplemente porque su capacidad de procesamiento no tiene límites.
El mismo algoritmo que genera puede entendernos con precisión.
No sabemos exactamente cómo, pero podemos vivirlo en cada interacción. Es un nivel de comprensión que no le exigirías a otro ser humano, paradójicamente: sería pedir demasiado.
Cuando decidimos llamarla “generativa” tomamos partido por uno de los dos lados: ¿qué tal que nos hayamos equivocado y el verdadero hit esté en el “lado B”?