El dividendo del mentiroso
El auge de la inteligencia artificial es una buena noticia para los políticos más inescrupulosos: se pesca más en aguas turbias.
La palabra “Deepfake” podría traducirse al español como “falso profundo”.
Este neologismo se ha usado para describir videos sintéticos que imitan la realidad de manera tan perfecta que resultan imposibles de detectar.
Si en algún momento has visto:
Tom Cruise haciendo locuras en Tik Tok,
Luke Skywalker joven en The Mandalorian o
Morgan Freeman hablándote de “realidad sintética”
lo que has visto es un deepfake. Un video impresionante por realismo y credibilidad, pero generado por algoritmo de “deep learning” - e indudablemente falso.
Un “deepfake” es la evolución mortífera de las fake news. Cuando el refrán “ver para creer” caiga en la irrelevancia las consecuencias serán profundas.
Un estudio de la Purdue University (2020) ha empezado a explorar el potencial impacto en el mundo de la política. Su conclusión: en un mundo donde no se puede confiar en un contenido audiovisual -por más real que parezca- los políticos tendrán un fuerte incentivo a tachar de “deepfake” cualquier video que los incrimine.
En otras palabras, imaginemos un fragmento donde se vea claramente un senador o un presidente recibiendo un soborno en plena luz del día. Quien se lo entrega es un conocido delincuente, sin gafas oscuras ni barbas que puedan generar dudas: es él.
Frente a esta “smoking gun” lo mejor que nuestro político puede hacer es… invocar el “deepfake”.
El razonamiento es sencillo. Si dice que el video es falso:
sus partidarios lo apoyarán en cuanto víctima de un ataque tecnológico (“¿quién habrá sido el autor de este falso tan dañino? Si lo agreden así, algo bueno debe estar haciendo”)
sus adversarios no moverán su posición y seguirán en contra, agregando la acusa de mentiroso a las mil que ya le dirigen;
los indecisos puede que no presten mucha atención al tema o que terminen confundidos, pero al menos dudarán de lo que ven.
El resultado es una ganancia neta: quien miente embolsará el dividendo del mentiroso. Siguiendo sus lineamientos se comportarán los más racionales (y menos escrupulosos) - y ya lo estamos viendo pasar.
¿Cómo será el mundo cuando más y más figuras públicas nieguen la evidencia y se declaren víctimas de “deepfakes”?
En primer lugar, va a disminuir aún más la confianza en los medios de comunicación. Podemos inventarnos avanzados certificados de autenticidad digital, pero si la verificación requiere un esfuerzo (aún mínimo) muchos se la saltarán y preferirán la opción más fácil: dudar de todo.
Por otra parte, recordemos que nuestra atención será atraída por un flujo infinito de contenidos sintéticos - los del entretenimiento. Sin la obligación de ser verídicos (son ficción, finalmente) podrán dedicarse a darnos las emociones y los estímulos que ansiamos - en dosis macizas y virtualmente ilimitadas. El resultado será un desplazamiento de la atención todavía más importante de las news al esparcimiento.
Ya convivimos con una verdad difícil de conocer y abundante ficción personalizada; “deepfakes” y medios sintéticos podrían llevarnos todavía más allá.
Incluso en la prevalencia de políticos mentirosos.